Ya hacía meses que no llovía.
Es asombrosa la capacidad de las encinas para soportar meses y meses de sequía. Resistir esos vientos secos y cálidos que embisten sus copas, sostenidas por ramas, que más que ramas son los jeroglíficos de nuestra historia.
Ramas fuertes por naturaleza, debilitadas por los negocios de los pueblos.
Este agua inesperada devuelve el polvo al suelo, levanta olores y sensaciones de otoño y alegra el verde de las hojas.